lunes, 5 de noviembre de 2012

Sueños que alertan



Tal vez suene raro, pero el sitio se veía acogedor hasta entonces. Por alguna razón todos daban una muy buena impresión. Pero como siempre, lo que parece demasiado bueno para ser cierto con mucha frecuencia lo es. Y así fue.

Una tarde noche la gente se empezó a aglutinar en un sitio en particular, parecía el jardín que rodeaba los cuatro puntos de una gran iglesia(o eso es lo que parecía aquel oscuro edificio, donde no se podía distinguir nada de lo que hubiera adentro). La gente sencillamente se posaba allí, en alguno de los cuatro puntos, formando un gran círculo, y veían a un predicador que pedía por su atención. Algún que otro milagro sucedería en cada uno de los cuatro puntos. Luces que danzando de manera bizarra presagiaban nuevos acontecimientos. Pero las personas parecían estar acostumbradas a ese tipo de acontecimientos. Todo el pueblo se encontraba reunido en ese lugar, repartido en cada uno de los 4 sectores del gran jardín. Entonces empecé a sentirme nervioso. De alguna forma tenía que salir, ya que nunca me habían simpatizado las sectas ni nada que se le asociada, relacionara o asemejara a una.

Tarde fue para mi sorpresa enterarme de que no se podía salir, demasiada gente amontonada. Mi paso apresurado se convirtió en una corrida desesperada, buscando una maldita salida. No hice mas que sembrar el pánico. Por supuesto, la gente amontonada, con pánico es peor. No me importaba a quien empujara, solo quería salir. Los truquitos y milagros que sucedieran en los centros de cada sector no podrían calmar estos nervios paranoicos. Llegando a la calle, por fin pude respirar, pero por poco tiempo. Los oficiales se habían enterado de mi agitación en medio del público y me estaban esperando. Claramente no debería haber salido ni mucho menos incitar a otros a que salieran. Nos encerraron. En palabras del oficial: “así que vosotros no queréis quedaros quietos. Así que no están conformes con nuestra misa. Se les dio lo que necesitaban para quedarse tranquilos y aún así no fueron capaces de obedecer. Hierba mala como ustedes ya no se puede cortar, tan solo se encierra hasta que recapacite.”
Creo que esas fueron sus palabras, aunque no recuerdo con mucha claridad. Al encierro fuimos a parar. Por alguna razón, no pensaba bajar mi cabeza ni enderezarme como ellos esperaban que lo hiciera. Claramente habían cosas que no deberíamos ver mientras sucede la misa. Cosas que jamás me quedaron claras. Pero pasó un tiempo hasta que pudiera darme cuenta de ello. De alguna forma, tenía que salir de allí antes de que me olvide porqué me encerraron. Primero me cuenta de que el lugar donde estaba era justamente la gran iglesia, que por lo visto estaba provista de cuartos, los cuales usaban de celdas. Mas razón para sospechar que no nos querían dejar ver que sucedía fuera de los jardines durante la gran misa. Pasó un tiempo aunque no podría asegurar si fue mucho o si fue poco. Cada tanto un predicador venía para tratar de convencerme de exactamente qué no podría decirlo, pues nada me era claro en esa situación. Yo sencillamente no respondía.
El agite llegó de afuera. Por lo visto algún que otro descontento quedó afuera y antes que tratar de salir del jardín, intentaron entrar a la fuerza a la iglesia. La gran muchedumbre nuevamente entró en pánico. Los oficiales tuvieron que salir a intervenir. Mejor oportunidad imposible. A la fuga entramos todos, o eso pensé en ese momento. No quería detenerme a pensar en que alguien se quedase adentro encerrado, solo para evitar nervios, culpa y miedo. No, sencillamente respire una bocanada de libertad, y una extraña acompañante me invitó a tomar el camión de un oficial ocupado. Ridícula situación que arrancamos, pues la muchedumbre armaba una gran turbulencia que no permitía el paso de ningún vehículo de gran porte. No tuve mejor idea que subirme a la moto que acababa de robar esa extraña acompañante extrañamente desbordada de ánimo, pero segura.
Una nueva etapa empezaría con esa peculiar forma de fugarse…

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